
Una luz.
Una luz esperanzada en el oeste.
La llave de los labios de tu risa se fundió.
Un instante más, la copa giró por el piso.
El vino del perfume de los árboles humedeció mis mejillas.
El barco se fue temprano y los cisnes danzaron hasta agotar los pies.
Las pocas hojas que solté de mis manos se aferraron al piso.
La tierra seca del otoño las recibió.
Un eterno metal en las manos, las cobijó de nuevo.
Amarillentas, manchadas y plagadas de vos.
hermoso texto, te felicito Angie
ResponderEliminarMe gusta pensar en colores asi, en textos que me movilizan como este.
ResponderEliminarS,