lunes, 30 de octubre de 2017

Un nombre en el cuello


Una tormenta pasa
                                y
                                    sobrepasa cualquier desierto.

Asciende un nombre por el techo
y se instala en mi cabeza, como si ese fuera el único lugar donde alojarse.

El nombre se desliza por las paredes
suave, se arrastra
                            se ablanda
                                             resplandece.

Dobla por la abertura de la puerta del living
y llega hasta la mesa,
toma el libro que estoy leyendo
lo quita de mis manos
y se trepa hasta mi hombro.

Allí, el nombre posa en mi hombro,
sube hasta mi cuello,
                                arremete
trepa con sopapas invisibles
y se anuncia de inmediato en mis labios
                           
                                                se detiene
                                                me succiona
mancha mis labios de rojo y asciende
trepa por mis ojos
los envenena,
los asfixia,
los arrastra,
los comprime.

Asciende un nombre por mi cerebro
se eleva
            permanece
se instalala en mi cabeza
y late con la misma fuerza con la que laten las nubes de la tormenta que volvió a comenzar.



jueves, 12 de octubre de 2017

Sin reino

Me enamoré
de un Dios
que no tiene reino.

Tira botellas al mar,
escupe en arameo,
toca la trompeta,
le hace una trenza a su hija,
cocina para mí.

Su vigilia se reduce a un libro,
a veces una película
con el gato negro ovillado en su estómago
o
a veces una canción,
que se escucha sin parar
y lo lleva al piano, a tocar.
o
una pasta de miel y nueces
que llega a mis manos
en forma de tostada.

Todo es amor.
Todas esas son demostraciones de amor.

Su cuerpo descansa
entre lino blanco y algodón gris,
alargado está sobre el colchón,
huele a arándanos y vainilla,
respira fresias y caramelos,
y yo, enmudecida,
lo miro como si no hubiera mañana.

Disfraz (poesía)


Cada paso me cuesta un abismo,
y en cada paso me atraganto en deseo,
de ganas.

Incompleta por momentos,
                        insatisfecha,
abrumada
              y en otros momentos,
                       sonriente y feliz,
alegre, optimista,
como si nunca me hubiera dolido nada.

Cada paso me cuesta un abismo,
y aunque intento, no puedo encontrarme.
No sé si estoy, si quiera.
No sé si existo.

Y otras veces
me resulta imposible
creer lo que vivo.

Y el color que sobrevuela es tan gris,
que ya no sé como elijo mi propio disfraz
                                                                   para ser la que quiero ser,
                                                                                                            sin mirar atrás.


Corazón blindado

 Tu corazón está blindado (como estuvo siempre) simpatizo, sin embargo,  con la idea de —algún día— quebrar la protección absurda de tus can...