Una de las doctrinas de la mente es impulsar al deseo a la máxima pulsión. Nosotros, humanos y siempre primitivos, lo bloqueamos con la “razón de la lógica” o la “lógica de la razón”

Lógica necesaria, pero jamás llega a convencerme.

Los deseos jamás se miden ni rigen por la lógica; al contrario. Un mandato terrenal que nace desde el diafragma y en un segundo lugar se aproxima al habla, impulsa el deseo, su manifiesto, su sentir. El camino que recorre la lógica es un procedimiento similar, pero de desigual desenlace. Se conducen entonces, micropasos que evidencian tedio, y no sólo eso, sino la falta absoluta de practicidad, que aunque parezca mentira: viene con la lógica.

Por eso, y para siempre, la lógica será mi segundo recurso a la hora de pensar, sentir, actuar y ser.