sábado, 25 de agosto de 2018

Fiebre ucraniana

Daria Hlazatova
El cuerpo afiebrado. Los cristales rotos. Las astillas de los vidrios quemándome las manos. El cielo cada vez más gris. A lo lejos una incipiente lluvia gotea por en mi nuca y se desparrama por mi espalda. Sangrante, como un tendón recién cortado, la gota se hace saliva en mi cadera y allí, por la curva, se detiene. La temperatura sube, asciende, se contagia hacia todo el cuerpo. Mis manos no pueden escapar del susurro de tu voz. Y yo me pregunto ¿hasta dónde? ¿hasta cuándo? ¿cuántas veces más caeré en tus mismas trampas? arrebatos que me invento para salir del tedio, para descansar de la vida, para sentir que, de a poco, se aproxima la sed que es todos los fuegos que tuve de vos. 

jueves, 23 de agosto de 2018

Hoy fui feliz


Hoy fui feliz y es insoportable. Tener la sonrisa anclada en la cara. Mirar todo con una ternura inhóspita. Alargar la cara hacia los costados con una media sonrisa tibia y equivalente a una manta en invierno, tener el tic de los ojos sonrientes, elevados, drogados de caloventor y confortabilidad extrema. La sola idea de felicidad, ese borde entre lo que no existe y se construye, ese limbo cuasi sutil donde vos y yo coexistimos en un mismo plano físico, me perturba. La idea, casi escabrosa, de alejarse –del todo– del dolor ¿existe?
Quizás todo esto está en un plano paralelo a la realidad y mi felicidad fue ficción, quizás nada de todo esto/eso pasó y, así, este pequeño caos que siento se me pase esta noche cuando me meta en la cama, cierre los ojos y lentamente caiga en la cuenta de que sigo engrapada y el gato es mi único enfermero.

domingo, 19 de agosto de 2018

Vicisitudes literarias

PH: William Topa

Estaba en un bar. Justo estaba yendo para la barra cuando veo a un hombre al que conozco de vista, pidiendo algo. Me paro al lado sin mirarlo pero sabiendo que me estoy parando al lado. Me empieza a hablar de cosas que ahora no recuerdo y un rato más tarde, me está hablando de sus libros y de su escritura. Saca dos ejemplares de su bolso y me los regala (pudorosa le digo que uno de esos ya lo tengo y cuando me pregunta qué me pareció le confieso que no lo había leído) sonrié y me los dedica. Charlamos hasta que me doy cuenta que es mucho más agradable de lo que me habían dicho. Un rato después me abraza, me dice cosas lindas, se demuestra afectuoso y el tono de todo se vuelve mucho más interesante. Según sé (y recuerdo) es un hombre casado, con hijos. Al pensar en eso me río y miro la escena con desconfianza. Un segundo después me da un beso. Otro segundo después me siento rara. Un minuto después pienso que, a lo mejor, no todo es como dicen aunque lo único que tengo en claro es que está casado, es padre y es escritor.

Todo sigue. Vuelvo a la mesa en la que estaba, con mis amigos y les cuento todo lo que acaba de pasar. Me repiten que es mal tipo. Me recuerdan un par de nombres de mujeres que estuvieron con él y que la pasaron mal, me dicen que hace lo mismo con todas y me advierten que ni se me ocurra pensar en el tipo como algo importante. Al pensar en lo que me dicen me río y miro la escena con desconfianza.

Mayo 2014

Dia de la niña, a mi niña


Cuando era chica escribía mi nombre como ANGI y en vez de un punto en la i ponía un corazón. Fui “Angie“ desde mis 4 o 5 años, aún no recuerdo el puntapié inicial pero sí recuerdo que en segundo año con la Teacher de inglés en el colegio vimos “Angie“ de Rolling Stones y ahí la señorita me dijo “mirá la chica de la canción se llama igual que vos“, en ese momento anclé el recuerdo en el que me sentí Angie. A veces me pongo a pensar en mi verdadero nombre y no me hallo, no me encuentro ¿alguna vez lo sentiré propio?

Me gustaban las cosas de color rosa, violeta y rojo, en el orden inverso hoy me gustan las mismos colores. Empecé a escribir porque intenté dibujar (como lo hacía mi hermana: tan bien, tan lindo) y me salió tan pero tan mal que fui por el paso siguiente: me puse a escribir. Documentaba cosas del día con fotos, recortes, dibujos y palabras en un diario de corazones rosas y lilas al que se accedía con llave y que, al abrirlo, tenía forma de corazón. 

También me gustaban las tortugas ninjas y, sobre todo Rafael: era medio tontolón pero era ROJO, era valiente y aunque a veces tenía miedo iba al frente. El rojo fue mi color siempre, por eso cuando mi papá me hizo de independiente, no dudé. Me regaló un diablito rojo que aún recuerdo y lo que más recuerdo es que me ponía en sus hombros y saltábamos mientras cantábamos el “ico loco“, una canción supongo, inventada, mezcla oda a independiente y oda al barrio. 

Recuerdo que me gustaba encerrarme adentro de un placard y con una linterna iluminaba un librito de cuentos de terror que leía muy entusiasmada y lo que me asustaba más que nada era la voz de mi papá llamándome a comer o sus pasos aproximándose en mi silencio mientras leía. También me acuerdo que pensaba que esa era mi casita, mi departamento de adulta y lo decoraba. Papá después acomodaba todo porque ese espacio era donde él guardaba sus herramientas y yo lo desordenaba para jugar, pero no mucho, me portaba bien. Después pintaba e invitaba a mi familia al patio trasero a que vieran ''mi exposición'' hay un video de eso porque papá grababa todo, cada paso. Al día de hoy lo hace pero con su celular. 

Ya de chiquita era coqueta, me peinaba y arreglaba mucho, sobre todo cuando me podía vestir sola y elegir mis propios vestidos pero, honestamente, mi mamá tenía buen gusto y me ponía linda siempre. Me emocionaba mucho cuando mis tías me maquillaban con las cosas de grande ¡era lo mejor! y me perfumaban rico...me dieron todos los mimos. La maestra descubrió que era coqueta y me ponía su perfume, un perfume que jamás supe cuál era pero que no olvidaré, como sus ojos verdes, hermosos y su sonrisa siempre franca. También me gustaba ver a mi abuela Eve maquillarse, me parecía hermoso verla arreglarse con el Angel face, con la delicadeza con la que se pasaba el delineador por los labios, siempre en un rosa perlado sutil, que le quedaba precioso. Mi abuela se reía y me contaba historias. Siempre la pienso con una sonrisa.

Los recuerdos de la infancia son como atrapasueños, en algún momento ves el centro de lo que sos, pero la mayoría del tiempo ves el álbum completo, el alrededor, el momento en el que te convertiste en una pieza con todos esos enigmas que eras. Volver a esos instantes siempre te conecta con algo que jamás dejaste de ser y eso, es precioso. Celebro ese instante y este en el que escribo esto. También celebro la noción de que quizás, algún día, tenga mi propia niña o niño en mis brazos y, tal vez, pueda grabar y registrar sus procesos, tal como lo hizo mi padre conmigo.

Mates literarios


Cada paso, a veces, puede convertirse en una renovación. Hace casi 10 años que este blog ''Motivar el relato'' se llamaba así y, creo que en el último tiempo no lograba identificarme con ese nombre por completo. 
Hoy pensé que cambiar era renovar el aire de este espacio y por eso pensé en las dos cosas que más me gustan y me son cotidianas: los mates y la literatura. Por eso MATES LITERARIOS, un espacio donde la literatura y la compañía no dejan de estar presentes, donde mientras un texto que leímos nos dispara otro texto, calentamos la pava para un mate (o para un café o un té) y allí nos sumergimos nuevamente en aquello que nos llamó la atención. Por eso un mate y un libro a mano, siempre. Porque entre mates y libros siempre pasa algo. Y aquí, entonces, un texto se dispara y con él una nueva noción desde donde comenzar (o recomenzar).
Bienvenidos y bienvenidas, damas y caballeros. 

martes, 7 de agosto de 2018

Inocencia II

PH David Cohen


Ante las sombras y los destellos, caigo.
Caigo presa de una dualidad que me condena al encanto,
siempre caigo.
Allí estás gigante, inmenso, sumergido en una virilidad inquietante,
allí sos un hombre fuerte, potente, decidido,
y luego, en otra arista, se abre tu sonrisa de niño,
tus labios carnosos que seducen con inocencia,
tu mirada de cachorro ante un gesto, un gusto o un dulce, da lo mismo
todo esconde una mirada tierna que solo veo en algunos momentos
¿Cómo no encantarse ante esa dualidad?
¿cómo no querer perderse en uno y otro hombre de los que sos?

Allí, entonces, quiero arremolinarme entre tu boca,
quiero que te pierdas en mis besos,
quiero caber entre tus manos, entre tus pliegues,
quiero sacar lo peor y lo mejor de vos,
quiero morderte,
quiero hundir mis texturas en tu boca,
y que los pliegues de mi alma se retuerzan en tus labios,
y que vos –dual como sos– me abraces y me carnees,
me estires y me estremezcas,
me choques y me que descomprimas,
                                    me desintegres,
                                    me estalles,
                                    me enmiendes,
y, por fin, me dejes cruzar hacia el abismo y perderme,
                                    hundirme y perderme.

Corazón blindado

 Tu corazón está blindado (como estuvo siempre) simpatizo, sin embargo,  con la idea de —algún día— quebrar la protección absurda de tus can...