domingo, 19 de agosto de 2018

Vicisitudes literarias

PH: William Topa

Estaba en un bar. Justo estaba yendo para la barra cuando veo a un hombre al que conozco de vista, pidiendo algo. Me paro al lado sin mirarlo pero sabiendo que me estoy parando al lado. Me empieza a hablar de cosas que ahora no recuerdo y un rato más tarde, me está hablando de sus libros y de su escritura. Saca dos ejemplares de su bolso y me los regala (pudorosa le digo que uno de esos ya lo tengo y cuando me pregunta qué me pareció le confieso que no lo había leído) sonrié y me los dedica. Charlamos hasta que me doy cuenta que es mucho más agradable de lo que me habían dicho. Un rato después me abraza, me dice cosas lindas, se demuestra afectuoso y el tono de todo se vuelve mucho más interesante. Según sé (y recuerdo) es un hombre casado, con hijos. Al pensar en eso me río y miro la escena con desconfianza. Un segundo después me da un beso. Otro segundo después me siento rara. Un minuto después pienso que, a lo mejor, no todo es como dicen aunque lo único que tengo en claro es que está casado, es padre y es escritor.

Todo sigue. Vuelvo a la mesa en la que estaba, con mis amigos y les cuento todo lo que acaba de pasar. Me repiten que es mal tipo. Me recuerdan un par de nombres de mujeres que estuvieron con él y que la pasaron mal, me dicen que hace lo mismo con todas y me advierten que ni se me ocurra pensar en el tipo como algo importante. Al pensar en lo que me dicen me río y miro la escena con desconfianza.

Mayo 2014

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