La pelea por el adiós también se comparte. Como la culpa en una pareja, plenamente de a dos.
Una noche te pedí que no vuelvas y volviste, sigiloso, casi en tono de provocación.
Casi olvidando que lloré por vos. Sabiendo que me habías lastimado lo suficiente como para entender que no correspondía intentar nada más. Sería sínico de tu parte, pensé.
Pero eras sínico y perverso ya que intentaste.
Lo positivo es que ya no quise llorar más. Tan hundida estaba la daga, tanta sangre había derramado en mi herida que no tenía más que asco en mis venas por vos.
Sonreí fuerte, me burlé de vos al pedir convencido un reencuentro, me di media vuelta, caminé hacia la puerta y como en las novelas-cerré de un portón-tu suerte desafortunada se fue con la madera para siempre.
Una noche te pedí que no vuelvas y volviste, sigiloso, casi en tono de provocación.
Casi olvidando que lloré por vos. Sabiendo que me habías lastimado lo suficiente como para entender que no correspondía intentar nada más. Sería sínico de tu parte, pensé.
Pero eras sínico y perverso ya que intentaste.
Lo positivo es que ya no quise llorar más. Tan hundida estaba la daga, tanta sangre había derramado en mi herida que no tenía más que asco en mis venas por vos.
Sonreí fuerte, me burlé de vos al pedir convencido un reencuentro, me di media vuelta, caminé hacia la puerta y como en las novelas-cerré de un portón-tu suerte desafortunada se fue con la madera para siempre.
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