
La vida, chispa infinita, se pliega y se expande entre las sombras de la piel, y nos aferramos a ello como lo hicimos cada noche desde hace cinco días.
El deseo circula por el perfume del aire, se deja atrapar en besos
se condensa en miradas, esperamos, partimos.
Allí estamos prisioneros del cuerpo del otro
ardiendo, sedientos de fluidos exactos que nos aproximen al espíritu inmenso de nuestro amor.
Se repliegan entonces los dedos en las sombras de la piel
el abrazo final delata un beso.
El cariño se vuelve más intenso. Estamos cerca.
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