
Tarde, después de la despedida.
Asomé mis manos para abrazarte por última vez.
El puño del tiempo había pasado y arrancó el presente de nosotros.
Un momento más de soltura se expandió en tu mirada.
Dijiste no volver, prometiste estar entero.
Tus sueños no dicen lo mismo y reflejan la necesidad entrañable del pasado.
Alguna vez creí disinto el futuro, pero tus actos dieron otra suerte.
El impacto está ocurriendo y es, sin duda, doloroso.
El hoy me alimenta el alma y me dice que todavía puedo seguir peleando por mí.
Sin vos, pero conmigo.
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