jueves, 12 de noviembre de 2009
Salando las heridas - Cristales de amor amarillo
Lamento entrañablemente haber llegado al extremo.
Haber permitido un discurso hiriente entre los dos, sin altura, vacío.
Lamento que seas vos, aquel imaginario de hombre que sostenía mi mano a través de mis sueños y me llevó a la derrota del alma y el cuerpo con cada palabra.
Admito tristeza, dolor, miedo y resentimiento a "la vida", "destino" o "elección".
No podrás decir que no lo intentamos, que no toleramos, que no resistimos.
Nadie puede decir que no lo intenté con todas mis fuerzas, que soñé que pertenecieras un poco más a mi mundo, cada vez más.
No podés decir que no te fuí leal, que no te valoré, que no besé cada una de tus heridas.
Hasta con sangre en los labios, besé tus lastimaduras y heridas que incluso yo no había provocado. Te dí mis hombros quebrados, vencidos, pero te los dí.
Todos mis besos fueron dulces, todos.
Salé nuestras heridas, las curé, nos soñé intactos.
Toda la tristeza y la felicidad de mis ojos fue real, pero ya no puedo más.
Duele decirte adiós, duele, más me duele si todo es tan turbio. Pero, parece, nunca pudimos bailar sin pisarnos los pies.
No hay dinero, ni tiempo, ni abrigos posibles para este momento.
Cada momento es uno más, debo resistir, debo seguir equilibrada e intentar ser feliz con el camino que quede por delante.
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