miércoles, 11 de noviembre de 2009
Ecos de aire (segunda parte)
En el campo se oían los pasos de la joven muchacha. Unas cuantas horas habían pasado de la despedida. El vestido de marfil se había desteñido a gris con el paso de los minutos. Una daga abrió una herida profunda en el pecho. La sangre se derramaba en su vestido, que un día antes había elegido especialmente para la ocasión, sin saber que terminaría sirviendo de mantel para cubrir su herida y apañar su roja tentación. La niña esperaba sin ansias ni cristales, una inmensa sanación.
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Corazón blindado
Tu corazón está blindado (como estuvo siempre) simpatizo, sin embargo, con la idea de —algún día— quebrar la protección absurda de tus can...
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Nunca había entendido la gravedad Hasta que algo atrajo tu cuerpo al mío No discuto que haya ocurrido algo especial Aunque si se bien que...
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