El mareo de tus ojos se difunde entre mi cuerpo. El deseo circula en espiral, se mueve inmóvil, persiste en el tiempo. Se renueva con el aire que sale de tu boca al respirar, de tus gestos que te describen solo. El humo de tu cigarro, tu aroma únicamente masculino, tus manos firmes y seguras entre mis nalgas.
Del misterio de tus ojos se encadenan mis dedos a tu sexo. De mis labios se alegran los besos que te robo al pasar.
El tacto de los dos acaricia diferencias perfectas. Tu acero, mis labios de plata, las texturas de nuestros placeres. Finalmente, durante la tarde, tu abrazo por mi espalda anticipa una madrugada de a dos.
viernes, 21 de agosto de 2009
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