sábado, 25 de agosto de 2018

Fiebre ucraniana

Daria Hlazatova
El cuerpo afiebrado. Los cristales rotos. Las astillas de los vidrios quemándome las manos. El cielo cada vez más gris. A lo lejos una incipiente lluvia gotea por en mi nuca y se desparrama por mi espalda. Sangrante, como un tendón recién cortado, la gota se hace saliva en mi cadera y allí, por la curva, se detiene. La temperatura sube, asciende, se contagia hacia todo el cuerpo. Mis manos no pueden escapar del susurro de tu voz. Y yo me pregunto ¿hasta dónde? ¿hasta cuándo? ¿cuántas veces más caeré en tus mismas trampas? arrebatos que me invento para salir del tedio, para descansar de la vida, para sentir que, de a poco, se aproxima la sed que es todos los fuegos que tuve de vos. 

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