martes, 7 de agosto de 2018

Inocencia II

PH David Cohen


Ante las sombras y los destellos, caigo.
Caigo presa de una dualidad que me condena al encanto,
siempre caigo.
Allí estás gigante, inmenso, sumergido en una virilidad inquietante,
allí sos un hombre fuerte, potente, decidido,
y luego, en otra arista, se abre tu sonrisa de niño,
tus labios carnosos que seducen con inocencia,
tu mirada de cachorro ante un gesto, un gusto o un dulce, da lo mismo
todo esconde una mirada tierna que solo veo en algunos momentos
¿Cómo no encantarse ante esa dualidad?
¿cómo no querer perderse en uno y otro hombre de los que sos?

Allí, entonces, quiero arremolinarme entre tu boca,
quiero que te pierdas en mis besos,
quiero caber entre tus manos, entre tus pliegues,
quiero sacar lo peor y lo mejor de vos,
quiero morderte,
quiero hundir mis texturas en tu boca,
y que los pliegues de mi alma se retuerzan en tus labios,
y que vos –dual como sos– me abraces y me carnees,
me estires y me estremezcas,
me choques y me que descomprimas,
                                    me desintegres,
                                    me estalles,
                                    me enmiendes,
y, por fin, me dejes cruzar hacia el abismo y perderme,
                                    hundirme y perderme.

1 comentario:

Corazón blindado

 Tu corazón está blindado (como estuvo siempre) simpatizo, sin embargo,  con la idea de —algún día— quebrar la protección absurda de tus can...