
Ella se levantaba.
El se acostaba.
Ella le pedía tiempo.
El no aguantaba más.
Ella se hacía mates.
El se preparaba un café.
Ella apagaba la tele.
El encendía la computadora.
Las horas pasaban y la tensión crecía. Todos los rincones de la casa estaban habitados por el desdén. Los dos hacían su vida como si estuvieran solos, pero un mismo techo los respaldaba a los dos.
En la cama nada era distinto, el destiempo marcaba los pocos besos.
Los dos como soles negros, esperaban apagarse por completo.
Muy buen texto. A veces es mejor no hablar o irse.
ResponderEliminarAh, un matrimonio...
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