Una ola lejos se apresura en el mar. Tiembla sola aunque esté rodeada de figuras como la suya.
Acaricia el pelo de otra ola y por fatigoso temor al rechazo, huye.
El mar la copia con su sal y la envuelve entre espumas inflamables. La danza le devuelve el equilibrio y se reincorpora ante sus extrañas acompañantes.
Pero ella pide en silencio que alguna la abrace y le enseñe su danza simétrica, porque esta ola, aunque quiera demostrar que se lleva el mar por delante, no sabe nadar.
Pequeña, triste y cambiante se acobarda entre los recovecos de su temido mar.
Ya es de noche y la calma del ocaso la esconde de los ojos de los demás pero sabe que por la mañana todo volverá a ser igual.
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