Sin la fe en la capacidad amatoria el milagro no sucede. Se necesita una pizca importante de fe en el amor para poder terminar la trilogía de la creencia.
Creer en el amor hasta suena antagónico, platónico y extremadamente lejano, pero los que aún piensan que la fe mueve montañas (o amores) lo saben. Lo entienden también los que tienen hijos, los que desean tenerlos y los que miran como niños a sus propios hijos. También saben de esta creencia las hadas madrinas, los verdaderos amigos que escuchan atentos el relato de los deseos y hasta las palomas mensajeras que llevan y traen mensajes de amor por todos lados.
También creen en el amor los vendedores que especialmente aparecen sonrientes en "San Valentín", los investigadores privados y hasta las putas que creen también en el bendito amor.
Pero, aunque parezca común, es casi la tarea mas difícil de los enamorados o mejor dicho los que aman. Siempre se está a un paso del miedo, la desesperación, la locura o lo que es peor: Desistir para siempre de creer.
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