jueves, 28 de octubre de 2010

Una muerte no anunciada, golpea a los argentinos.


Se fue un tipo como nosotros. Un argentino más que más allá de estar a favor o en contra de sus decisiones, viró el sentido de la política argentina.
No voy a hacer como otros periodistas, leña inescrupulosa del árbol caído. No voy a destapar ningún champagne como lo habrán hecho algunos mediocres y usureros. No voy a reivindicar a un hombre ya fallecido ni a ser más Kirchnerista que Kirchner, sólo voy a apelar a mis sentimientos y al respecto de la muerte del ex presidente de los argentinos.
No pertenezco a ningún partido político, no tengo alianzas ni tratos con ningún cargo, no soy de ningún gremio, ni tengo favores políticos pendientes en mis 23 años, me siento completamente neutra y por eso quizás puedo ser objetiva dentro de lo que escribo y pienso.
La muerte es una desgracia a la que todos nos acercamos una vez y muchas veces. Por la propia, y todas las ajenas que nos rodean, la muerte es uno de los peores sentimientos que debemos afrontar. El duelo es necesario y el dolor debe trascender mediante las acciones del futuro, pero no es momento ahora para hacer panoramas ni especulaciones políticas o sociales como han hecho algunos nefastos opinólogos, críticos y los llamados “periodistas” que como cuervos han querido tergiversar las secuelas del dolor.
Tomo distancia completa de aquella hipocresía, disto de los que se han puesto contentos, de los que se han jactado con previsiones malignas de que esto iba a suceder, de aquellos NO argentinos que pensaron que esto era lo mejor.
Repudio el deseo de muerte en cualquiera de sus formas y por esto mismo me atrevo a escribir estas líneas y a reconocer convencida que Néstor fue un gran líder político que asumió lo mejor que pudo su rol de dirigente y mandatario.
Su militancia, su legado, su trabajo y su pasión por la política es un estandarte que pocos han sabido llevar. En un país lleno de carencias, necesidades y miedos, Kirchner ha sabido derribar los muros de distancia y las brechas históricas que corrompieron nuestra dolida sociedad. Devolvió la esperanza y la fe en hacernos entender que nosotros podemos salir adelante. Devolvió aquello que nuestro país había perdido entre demagogias y golpes de estado, entre corrupción y muertes, entre una economía agonizante y una pobreza desgarradora. Devolvió, entonces, la esperanza y la fe en nosotros, argentinos.
El paso hacia delante es como algunos opositores proclamaron: “debemos estar unidos y manifestar todo nuestro apoyo a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner”. El paso siguiente será reacomodar las piezas de un país que hoy llora a un líder que marcó historia. El país nos necesita unidos y fuertes. K o no K debemos unirnos.

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