
Los ojos del tiempo, los del olvido.
Aquellos que fundaron su gracia en lo más alto de la cima. Aquellos, víctimas de todo y de nada a la vez.
Su boca diminuta y de fresa, su perfecta figura disimulando gestos de amor.
Su piel como un diablo en mi boca, atragantando y lamiéndome la sien.
Pero sobre todo, sus ojos impúdicos de fuego, sonando a la par de su boca, temiendo y asechando el presente.
Promulgando futuros escapes furtivos, invadiendo mi mente y mis ojos carnales, invadiendo aquello que creo cierto.
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