Enamorarse de él fue como enamorarse de todos, o el peor de todos los males.
Fue entre utópico y apenas real.
Creo que las incontables madrugadas que pasábamos juntos no existieron jamás y sin embargo aún lo veo deslizado en el sillón, esperando mis manos.
Y yo que no soy valiente y nunca lo fui, callo en silencio, ya no tengo otra opción
Hernán se fué, como se van aquellas memorias y pequeñas cosas, sin despedirse ni dejando entreabierta ninguna puerta.
Se fue y su huida tiene más que ver conmigo que con escapar.
Pero aquí estoy yo, detrás de la máscara, prisionera de su sombra, envuelta en el pelaje de una frívola, sólo porque no puedo traslucir mi triste encantamiento.
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