Te quiero siempre. Siempre conmigo.
Quiero tus gustos, tus tactos y tus mimos.
Y aquél abrigo que se desprende de tus ojos y tus manos cuando me acaricias el pelo.
Y me silvas canciones bajitas al oído, y me acurrucas entre tu pecho para siempre.
Te quiero siempre. Siempre conmigo.
Como la canción triste de piano que tanto oía de chiquita.
Como los besos de ceniza que desparramamos ebrios de olvido.
Y aquél sueño que nos iluminó desde esa noche, intacto, quieto y feliz.
Las lágrimas están secas ya aunque la memoria no pierde el respeto por el pasado ni tampoco las horas.
Tus manos acompañan mi camino, tus labios dicen la verdad y el resto es nada.
Y la piedra deja de ser un obstáculo, solamente por que estás.
jueves, 11 de noviembre de 2010
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