lunes, 26 de noviembre de 2018

Día 6 | Y con eso basta


No todo estaba dicho. 
En el sótano de mi casa había una caja azul y pesada con una pila de papeles, fotos, regalos, flores secas, notas y algunos discos. Un día, diez años después (como esa canción pegadiza de Calamaro) la abrí. Allí encontré un cuaderno que decía ''Cosas que quise decir pero nunca dije''. La etiqueta no podía ser más misteriosa pero yo recordaba perfectamente ese cuaderno, esas historias. 
Me senté en la madera crujiente y me puse a leer el anecdotario del amor, del desamor, de los días de verano, de las tardes en la plaza, de una increíble catarata de deseos y amor. Y de eso se trata, pensé, siempre se trató de eso: amar y desear como dos faroles prendidos las 24 horas del día, los 365 días del año. No hubo día, Federico, no hubo día en que no te quisiera besar. Y allí estaban los recuerdos adolescentes de un montón de palabras que se fueron agolpando con el viento detrás en una puerta que no volví a abrir jamás. Y busco aún hoy mil metáforas para decir lo impronunciable que es tan cierto como mi nombre: siempre te amé. 

Hasta que hoy, hasta hace un rato, lo procesé y lo dije por primera vez, a viva voz. No, no dije te amo, dije ''te amé'', o, mejor dicho, dije todo lo que ese ''te amé'' significó: risas, silencios, pausas, amores, deseos, furias, cama, sexo, terrazas donde acostarnos, sillones donde besarnos, taxis donde acurrucarnos, rincones donde amarnos, esquinas donde tocarnos, pasajes donde bebernos como si no hubiera otra agua en el mundo más que la de tu boca. Y vos, casi con la misma voz de aquel entonces dijiste lo mismo. Por una vez correspondiente a mis palabras y ahí sentí que un baño de sal cubría mi herida. ¿Sabés cómo fue vivir con la herida latiendo? a veces de la nada sentía latidos breves, otras una especie de adormecimiento y a veces dolía como si recién me hubiera cortado. Pero, a pesar de la profundidad, nunca odié ni a mi herida ni a vos. Esa herida, hoy lo veo, me hizo ser quien soy. 

No hay tiempo como el presente, me digo al terminar de leer ese cuaderno azul. Tiempo presente y solo tiempo, de eso se trata. El presente me devuelve tu risa sincera y tal vez no ahora, pero sé que mañana o pasado, me quedará el recuerdo endulzado de una herida de guerra que cicatrizó con el amor más neurótico y obsesivo, pero también con toda la sinceridad posible. 
Y con eso basta.

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