y tenía un kimono violeta, encantador,
con flores delicadas
abrazándome.
abrazándome.
Tenía, otra vez, el pelo negro azabache y largo
los labios pálidos y mate rojo,
unas pequeñas sandalias, de un dorado sutil,
tomaba té en una taza con un fragmento de una historia de guerreros samurai
mientras bebía contemplaba un sakura, el cerezo más perfumado que olí jamás
Mi andar era distinto
y mis ojos se detenían más en los detalles
tenía una paz envidiable,
los ojos occidentales
y unas garras de leona salvaje
Soñé que era japonesa y,
hoy cuando desperté,
lo seguí siendo.
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