
Vino el escalón de la virtud,
tras el tropiezo de los pies en la derrota.
Vino de lejos la mancha en la espalda del mar,
que las cinco no son más que las horas del aroma,
de la piel que me provoca, las únicas ganas de volar.
Del empañado vidrio que me come la ropa
sonaron las campanas del otoño del "nunca pido perdón"
dejó en su olvido y pasó el cuatro de copas
y hubo un sabio que aún preso, me dijo sin hablar hasta siempre y adiós.
cada dia escribis mejor bonita
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