No pensar sólo en la lucidez a la hora de decidir algo y creer inevitablemente en la cordura de la elección que se tome. El abastecimiento de las ofertas, la cruda necesidad de demandar y el entrañable sentimiento nostálgico que dejan algunas decisiones permiten abrir la coyuntura entre lo que queremos y lo que - finalmente - hacemos.
En este juego a veces perverso de ideas, lo mejor que podemos hacer es atravesar el miedo y enfrentar lo que las ganas (pero las verdaderas) tengan necesidad de cumplir. Así, y no de otra forma, llegaremos a una satisfacción inmediata que vale más que un insolente fracaso posterior.
La foto es propia, tomada hace unas semanas en La Plata
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