Hay un ideal, no se puede negar. El ideal naufraga entre lo real, los sueños y el deseo.
El ideal de una casa, de un beso, de una noche perfecta o del hombre que tenga todo lo que debe tener.
Hay ideales que van más allá de los sueños y se concretan. Personas que pensamos que jamás estarían a nuestro lado finalmente están. Lugares a los que no pretendíamos llegar y alcanzamos como un gran trofeo. Noches en las que nada interesante parecía suceder, hasta que por fin irrumpe aquel deseo idealizado en sueños.
Es pasivo y paciente esperar el milagro. Siempre es mejor estar a favor del intento y la búsqueda permanente y hacernos cargo del tiempo que tenemos. Hablo de poner en riesgo la vida, de salir y asomarse; de por fin tomar el mando del deseo y conducirlo hasta concretarlo.
Si el deseo sólo queda en deseo algo dentro nuestro se rompe y no tiene vida. Ese material muerto un día fermenta y el olor a podrido termina por agotarlo todo.
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