Duele ver la sensibilidad anestesiada, los labios desprendidos por temor y la riqueza destrozada frente al hambre.
Duele ver la resistente libertad oprimida, las luces amarillas titilando como símbolos de poder, duele ver - entre otras cosas - la distancia corrompida entre nosotros dos.
Desenmascaradas varias heridas y atravesados varios dolores queda
un camino sin barro pero con tierra por quitar. Queda - también - la extraña
sensación de que todo lo anterior fue mentira, aunque una voz por dentro me
dice: no avances, no sigas, no intentes volver oro aquel pedazo de metal
enchapado, no insistas.
El tiempo determina algunas cosas y pone en silencio otras que ya
no son necesarias pronunciar. La esperanza es la única esperanza por sí
misma y a esto nos aferramos los que no tenemos fe.
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