jueves, 11 de noviembre de 2010

Humanos


Hay hombres de plástico. Obsesionados por sus formas en el espejo y no admiten que su reflejo sea apenas dos días más viejo.
Hay hombres soldados. Aquellos que no saben más que acatar normas impuestas de cualquier procedencia: leyes de una mujer, de un trabajo, de un cargo político o de un negocio.
Hay hombres esclavos. Sumisos por donde se los mire, atentos a los deseos ajenos (y nunca propios), atentos a respetar las formas que creen adecuadas para los demás, nunca para ellos.
Hay hombres acróbatas. Trepadores trémulos del enamoramiento, que fingen una inmensa felicidad y un intenso amor a cambio de sexo, consejos o simplemente atenciones femeninas.
Hay hombres inocentes. Que poco quieren entender y solamente se limitan a vivir por la voluntad de su respiración.
Hombres sin pasión, sin fin, sin alma.
Hay hombres alegres. Capaces de distinguir lo esencial en un instante. De captar el humor de la forma más espontánea y entera. De hacer reír y sonreír hasta que las costillas duelan.
Y todos esos se concentran en una sola mujer. Y todas las mujeres somos esos hombres alguna vez.

(La bella mujer de la foto es la dulce y única Alejandra, Alejandra Pizarnik)

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