miércoles, 20 de mayo de 2020

Balazo




Leerte me agota, me agobia, me quita el oxígeno.
¿Desde qué siglo tenés la capacidad para lastimarme?
Yo te di ese poder,  ya sé.

Te di la suma de mis penas, de mis miedos, de mi amor. 
Te di la llave,
la clave,
la cura para que –incluso– tu estadía por mi vuelo sea placentera, sin dolor.

¿Pero la mía?
¿Cómo olvidé lo fundamental? ¿Cómo olvidé el pudor de quitarme las tripas en cada palabra que te digo? ¿Cómo me permití esta posesión tuya en mí?

Sin embargo vos transitás por la vida, vas y venís,
caminas de uno a otro lado, como si nada. 
Decís esto o aquello con una liviandad inefable, inmutable. Y yo, arrastrada, 
gateo por tus sombras de miles de kilómetros con la putrefacta esperanza de una sola palabra de amor, una sola, una. Una que conjugue todo, que abra todo, que sea verdadera entre el desierto, pero no.

A cambio, ¿qué recibo? limosnas heladas de tu corazón de témpano. Una pequeñísima mirada –mínima– una pregunta al pasar, un chiste hueco, como si nada. 
Y nada, entonces, es tanto, que me aborrezco. 


©Angie Pagnotta-Depersia

Foto:  Feteme Fuentes

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