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Foto: Helen Thomas |
Construir desde el desierto,
desde cero,
desde todos los fragmentos.
Abrazar cada partícula rota,
cada pedazo en el suelo,
cada terrón de pasado y del futuro, en el presente.
Beber sorbo a sorbo el amargo,
el agrio,
el sinsabor
y, luego,
llegar al centro del picor dulzor,
de ese sabor que esperabas tanto en la boca,
pero, solo después, (un rato después), de ese cóctel tragicómico de verdades.
Pero cariño, como sea que llegues,
no dejes que 𝘯𝘢𝘥𝘢, nada de todo eso,
(nada de todo ese dolor que te dieron,
nada de todo ese rechazo, desazón, traición e idilio que recibiste),
nada,
absolutamente nada de todo eso,
te diga lo que no sos.
Porque vos
𝐬𝐨𝐬
𝐦á𝐬
(mucho más)
que solo eso.
©Angie Pagnotta-Depersia
"Nada de todo ese dolor que te dieron..." que nos dieron, desde la cuna. La devoción por el dolor humano... O acaso no es eso la crucificción que dominó nuestra crianza y educación?
ResponderEliminarCerteros versos, Angie, una vez más.
Abrazo.
El dolor que nos dieron es parte primigenia de lo que somos desde que nacimos, desde que crecimos, desde que vivimos y morimos. La certeza de ese dolor también es algo que dejar a un costado.
EliminarGracias por tus palabras y por leerme, Carlos. Vale mucho.
abrazo grande
Siempre con esos versos a flor de piel.
ResponderEliminarBravo.
Gracias, Pitt. Se ve que mis versos brotan tan desde adentro que están a flor de piel. Gracias por leerte y comentar. Siempre bienvenido.
EliminarAbrazo.
Todos somos, apenas, una colección de fragmentos reconstruidos.
ResponderEliminarSaludos,
J.
No sabes cuánto coincido, J. Eso mismo somos.
EliminarAbrazo grande y gracias por pasar.
Lo mejor de nosotros.
ResponderEliminarAsí, y que así sea. Gracias por pasar.
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