viernes, 30 de noviembre de 2012

4600



Desconfío de una persona que envía 4600 invitaciones para que esas otras 4600 personas lean, vean y compartan un artículo que esa persona escribió. No sólo peca de vanidoso, frívolo y pendenciero sino que además, no entiendo el sentido de hacerlo. Ya bastante hacemos individualmente cuando sin mejores ideas, naufragamos en el mar de las redes sociales y sin miedo a las pirañas  o lo fría que esté el agua, nos  someternos (consciente o inconscientemente) al mundo vertiginoso de los muros de otros; en donde a falta de adivinanzas, se publica casi por inercia todo aquello que cada uno escribe, hizo, publicó, pensó, realizó y demás acciones. ¿No es suficiente? Como para -encima- sobre todo y sin remedio, tener que diseminar 4600 invitaciones a leer un artículo. Acaso ¿hay placer en disparar como semen 4600 invitaciones? ¿Esa eyaculación de emociones y palabras vale la pena? ¿Cambia el mundo? ¿Lo mejora? ¿Lo hace más sensible? o es parte de un conjunto de acciones inútiles que hacemos día a día, como por ejemplo, escribir esto, en este blog, ahora.

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