viernes, 12 de octubre de 2012

Latidos y silencios























Sus suaves manos acompañaban el ritmo de su ausencia.
una noche de primavera, se invitó a oscurecer.
Ella llevaba en su pelo, el perfume perfecto de los jazmines y
llevaba también la pálida sed de los durmientes.

Ella tendía su brazo, ahogaba sus nervios, bebía sin sed.
Cincuenta pastillas se desplegaron en su vientre, frágil, sin tregua
Latía la madrugada y el cuerpo se había quedado inmóvil.
Latía, como un león enjaulado en la cima de una montaña,
aullaba, como el recuerdo de algo que no recordaría jamás.

Sus labios y su voz, se habían quedado mudos por siempre.
Ella había terminado, tal como lo anticipó.
Alejandra, dulce e irónica, capricho de la vida,
sonrisa de sedas, musa de las musas.
Alejandra, llanto, pena, ansiedad y salvación.
Tus suaves manos acompañaron el ritmo de tu ausencia, tus suaves manos me dijeron adiós.

Dedicado a Alejandra Pizarnik

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