martes, 6 de diciembre de 2011

Ensayo sobre las cosas amadas


Al transcurrir cierto tiempo en la vida, se llega a una teoría más o menos asumida por todos: el amor es bastante difícil.
Pocas certezas hay en el complicado mundo paralelo que se habita cuando habita el sentimiento por otra persona. Ya no hablo de potenciales amores o imaginables pasiones que se podrían desatar con alguien, sino de la compleja tela de redes que se dispara como por arte de magia cuando - en momentos débiles e inconscientes - uno se siente enamorado.
Al principio y hace años aquel imaginable amor para siempre se teñía de simulacros breves de amor incompleto, amor adolescente con las pocas capacidades de los 14 o 15 años de edad.
Luego fueron las turbulentas noches de la primera juventud en las que la derrota y el fracaso que derivaban después un imposible hacían culminar la noche en sábanas desconocidas.
Y más tarde fue descreer de todo. No confiar en nadie, cerrar puertas, tapiar ventanas, apagar la luz y por las dudas, cerrar los ojos: "En esta trinchera no entran hombres, nunca pero nunca más!!"
Y de nada sirve tanto agnosticismo. Finalmente, de forma inesperada, lenta, invisible y casi imperceptible las fibras del amor ganan terreno. Ascienden a lugares impensados, se deslizan sobre el tibio oleaje de la piel y logran vencen barreras hasta romper todo canon de tranquilidad y aburrimiento a nuestras vidas.
Progresa la idea de poder amar y aceptar el amor de alguien. Creemos en la fidelidad de uno mismo con el otro y en la de ambos. Las flores son más lindas para oler y regalar. La lectura no es igual si al lado de la cama hay una bonita espalda que mirar. Los besos son todos como si fueran los últimos besos y la libertad sexual abre fronteras deseadas hace tiempo.

1 comentario:

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