lunes, 23 de mayo de 2011

Su figura

Era importante caer en su figura. Importante, como aquellas cosas que se sabe que existen, pero duelen. Importante, como lo que todo el mundo dice, lo es.
Era un otoño imponente. Las hojas caían suaves y apuradas sobre las veredas y la calle. Se imponían, con el suave aroma de los árboles desteñidos. Era un Mayo sin sombras, sin espejismos ni grandes vanidades.
Allí, quieto, su cuerpo.
Se vestía de incomparable magia. Sencillo, prolijo y como dice la canción "sin tatuajes que ensucien su piel".
Su figura larga, sus extremidades salvajes, sus ojos de diamante que ahora estaba cristalizado y la fina simpleza de sus rasgos. Todo, en un conjunto perfecto y de destino perdido. Y no hablo de perfecciones trilladas, ni de rostros con prisas de ángel. Hablo de esas miradas, que por ejemplo, viajan en el tiempo para quedarse un rato más después. De ojos café, de boca salmón, de tintas y perfumes expulsando el caliz divino.

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